En numerosas ocasiones, al realizar nuestra labor de control de plagas, nos encontramos con un problema añadido, que no es otro que las personas que se dedican a alimentar en nuestras ciudades a gatos y palomas. Son personas que tienen normalmente un perfil muy definido, de edad avanzada, solitarias, que no son conscientes del daño que causan con esta práctica.
Los gatos son transmisores de varias enfermedades como la toxoplasmosis, que es provocada por un protozoo que infecta a los gatos al comer ratones, aves o carne contaminada, y pueden transmitirse al ser humano a través de las heces. La Dermatomicosis, transmitida por contacto, es la reacción alérgica que padecen algunas personas ante los gatos lo que provoca estornudos, erupciones cutáneas e irritación de las vías respiratorias. Esto es debido a que el gato produce glucoproteína, que está presente en su saliva y pelo. También son portadores de ácaros, pulgas y otros parásitos.
Las palomas también son portadoras de ácaros y parásitos, y estar en contacto con sus excrementos puede generar problemas de salud. La histoplasmosis, criptococosis y psitacosis son tres enfermedades humanas asociadas a los excrementos de palomas. Destacar también el efecto destructivo que ocasionan las heces de las palomas en edificios, monumentos y mobiliario urbano.
En nuestro caso, en el control de plagas, dejar alimento indiscriminadamente en cualquier zona, es un gran reclamo para cucarachas y ratas, sobre todo para las ratas, ya que atrae su atención y provoca un mayor número de reclamaciones de los ciudadanos debido a su presencia en calles, parques y jardines.
No hay que confundir el amor por los animales con las malas prácticas de alimentarlos en nuestras ciudades.
Muy buena información, está claro que a veces tratando de hacer el bien, cometemos errores que pueden costarnos caro, sobre todo en cuestión de salud. Gracias.
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